A lo largo de tu vida conocerás a personas de todo tipo. Unas serán fácilmente manejables y será genial ir con ell@s allá donde vayas. Otras sin embargo, serán más complejas de tratar. Lo mejor es saber hasta donde puedes llegar.
Por eso, a todas ell@s, las clasifico por estaciones.
A ti, primavera; Tenerte en mi vida es un resurgir constante de emoción. Sé que después de inviernos raros siempre tendré una mano amiga de la que cogerme. Las personas primavera irradian luz, brillan sin apagar a los demás. Altamente empáticas y dispuestas a sembrar todas las flores necesarias para que el camino sea más de rosas y menos de espinas.
A ti, verano; Hoy sé que son como maremotos. Cuando más tranquil@ estés se aparecerá con toda la frescura y energía que necesitabas para echar por tierra todos tus “yo nunca”. Las personas verano son potencialmente protagonistas de las mejores historias que recordarás una tarde tonta con primavera.
Otoño; sé que están ahí. Te apoyan, saben de ti y a veces hasta puede tornarse un poco invierno, un poco primavera. A ti, otoño, quizás te eche más de menos de lo que crees, pero sé que cuando nos vemos el tiempo sigue donde lo dejamos la última vez. Las personas otoño son como actores secundarios de la película. Sin querer ser ell@s protagonistas enriquecen la obra y hasta los domingos de té.
Invierno; Sabes que necesitan más luz que nadie y que pocas veces les podrás ayudar. Pues a veces, brillar, depende de las ganas que le ponga uno. Las personas invierno son bucles emocionales. Pasan más tiempo en el lado oscuro que en el lado más optimista de la vida. Hay que ser fuerte mentalmente para tratar con ell@s y evitar que la primavera que habita en ti se hiele en cuestión de segundos.
Supongo que lo importante es saber dónde estamos y hacía dónde podemos llegar con cada estación. Porque al fin y al cabo tod@s somos un poco todas.