La melancolía de los domingos

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Es inevitable. O estás de vacaciones o los domingos se convierten en el día más volátil y absurdo que te puedas encontrar. Los domingos todo cuesta más, infinitamente más. Tanto que ni hasta el mejor de los planes puede hacer la competencia a la tranquilidad del hogar. Que lo que rompa el silencio sea la corriente que recorre la casa y cierra puertas sin control.

Benditos domingos de no hacer nada. Los domingos son para ti, eso que te quede claro.

Los domingos son complicados de gestionar. No siempre se lleva bien eso de “volver a empezar la semana”. La cuenta atrás más despiadada acaba de empezar. En domingo está permitido la ansiedad, el estrés y las rabietas de no querer que sea lunes. Es un mal generalizado y que todo el mundo entiende. Un diagnostico mundial para el que no existe medicación.

Los domingos, todos nos volvemos un poco más tristes, apáticos y menos comprensivos. Más envidiosos, por ti que te vas a Nueva York, o tú que despiertas en la playa. Los domingos son de ellos, de los que saben verlo como el inicio de la mayor aventura que acaban de empezar.

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