El día menos pensado rompo con mis principios, me lío la manta a la cabeza y me voy al campo. A vivir del aire, de lo poco que tenga o lo mucho que ahorre sin gastar. El día menos pensado me caso sin que nadie se entere, en secreto y ante la inmensidad del mar. El día menos pensado lo dejo otra vez, y empiezo a estudiar todo lo que nunca aprendí en la universidad. El día menos pensado vuelvo a respirar tanto o más como cuando tenía 21. El día menos pensado dejo los miedos a un lado y empiezo a trazar el plan más perfecto y esquemático que puedas imaginar: nosotros. El día menos pensado adoptaré un perro, por mí, no por él. Para que me enseñe todo lo que no sé. El día menos pensado vuelvo a devorar libros, a entusiasmarme más y a seguir esperando que el día menos pensado nos volvamos a encontrar, aunque nos hayamos encontrado unos años atrás.
Porque el día menos pensado, viene sin querer y lo esperas sin pensar.