El día que eliminé mis app’s sociales del móvil aprendí a observar y no ver, a reflexionar más y respirar lento. Cuando desconecté disfruté más del momento, de las conversaciones de verdad, de analizar a las personas que hablan y de entenderlas mejor. Aprendí a vivir plenamente y hacer más foto mental que social. Aprendí que el momento es efímero y que quizás esa conversación nunca vuelva a suceder. Aprendí a contar los segundos, los pasos y a re conectar con la las calles de Madrid (sin tecnologías de por medio). Potencié mi creatividad e imaginé historias efímeras con las personas que me cruzaba. Aprendí a empatizar, aún más si cabe; A extraer conclusiones y a respetar las decisiones. Aprendí que la vida es eso que se ve al otro lado de la pantalla, ese detalle, esa mirada y esa conversación que tú ni siquiera escuchas porque es más interesante ver la última foto de Instagram de él o ella. Aprendí a estar más viva, a respirar más profundo y a desconectar de todo y tod@s. A ser más yo y menos los demás.
Quizás vuelva más pronto que tarde, más deprisa que lento pero siempre sabré que en cualquier momento y lugar lo volveré hacer cuando todo y tod@s me vuelva a saturar.
Fdo. Una Instagrammer