Al nuevo año le he dejado un cuaderno de notas en blanco. Sin fechas ni días señalados que recordar. Así, hay más posibilidades de hacer que cada día sea especial por algo.
Al nuevo año, no le he dado pautas, ni pre avisos, ni reglas, ni normas que cumplir. Por no darle, esta vez no le he dado ni tregua con el tiempo, que lo lleve a su manera, que ya soy toda una experta en manejar timmings ajustados y salidas de última hora.
Al nuevo año, en sí, no le pido nada. Ya me encargo yo de manejar los contratiempos, los días y las prisas de mi misma (y a veces la de los demás). Mantener la curiosidad y el entusiasmo corre por mi cuenta, al igual que las muchas o pocas ganas que quiera ponerle a las cosas. Ya veré como gestiono los malos hábitos, la mala vibra y las caras largas de las mañanas.
Cuento con un repertorio de planes alternativos a imprevistos emocionales que quieran desestabilizarme. Eso ya lo aprendí hace un tiempo atrás.
Al nuevo año, de cifra par, de mala rima y de días nuevos por llegar, no le pido nada, porque lo que tenga que llegar, ten por seguro que (a tí y a mí) nos llegará 😉