Ni el segundo, ni el cuarto, ni el quinto premio. No hay gordo que me quiera, ni espacio, de momento, para que le dé una oportunidad. Si aun así, el destino quisiera que me tocase el gordo, lo primero que haría sería comprarme un apartamento, ni muy grande ni muy pequeño, pero con espacio suficiente para dos o tres, incluido uno de cuatro patas. Tendría un ventanal de punta a punta para que la calle fuese el mejor escaparate que ni los mejores estilistas pudiesen mejorar.
Ayudaría alguna asociación humana y animal, porque nunca es suficiente. Me compraría unos patines para volver a patinar y ver que la caída, en el fondo, no es tan mala si el trayecto es divertido. Invertiría en un terreno, piso o bolsa, porque después de cumplir con casi todo y todos, dejaría en manos de la suerte parte de la fortuna. Y si aun así tuviese mucha suerte y ganase aún más dinero, tal vez me retiraría al norte. Entre montañas y playa, compraría una casa, para vivir mejor y respirar más limpio. Que Madrid a veces ahoga.
Aun así, sigue siendo muy poco probable que el gordo me quiera en esta vida, por lo que quizás va siendo hora de empezar con los patines.