Anestesia emocional

Dícese de los que no sienten ni padecen. De los muertos vivientes. De los zombies de ciudad. De las miradas pérdidas y cuerpos inertes. De las caras largas y débiles.

La anestesia emocional se la dispensa uno mismo sin ser consciente de habérsela administrado. Los efectos se presentan en el sujeto días después de haberla ingerido en forma de pasotismo, desidia y un poco de melancolía. El sujeto en cuestión puede o no ser consciente; aunque en la mayoría de los casos la dosis es tan alta, que la persona termina por ser plenamente consciente de los efectos. Muchos de ellos pasan largas temporadas bajo los efectos de la anestesia, sin ser despertados por nada ni nadie. Otros, sin embargo, consiguen despertar a base de caídas, ya sea de la cama, de las escaleras o en la cuenta de haber vivido anestesiado. Por eso, cuando despiertan, les invade una sensación efímera de angustia por haber vivido bajo los efectos de la anestesia emocional durante un tiempo. De ahí, se explica entonces las reacciones en estas personas de viveza, alegría, entusiasmo, rejuvenecimiento y sabiduría. Es lo que se conoce como «re conectar» con la vida o en algunos casos concretos el «resurgir» del Ave Fénix.

 

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