Mientras pensamos qué hacer, lo que pasa es la incertidumbre. Dicen que es la falta de certeza sobre algo. Pero de lo que realmente se olvidan es de la falta de aire que produce. Se vive, se hace ejercicio y hasta se sale de vinos si se tercia, porque la falta de no saber, no es impedimento para no seguir.
La incertidumbre es la falta de confianza y de seguridad, de no saber algo futuro, por lo que irremediablemente va a ir acompañado de cierta ansiedad. No te preocupes, todas las emociones son buenas en su justa medida. Escúchate, analiza la situación y haz todo lo que esté en tu mano para que nunca te quede la duda de decirte «no lo intenté».
La incertidumbre carece de camino asfaltado, de señales luminosas y de manual de instrucciones. Está intrínseca en eso de vivir. Y si un día cuesta más coger esa bocanada de aire es porque irremediablemente uno de tus pilares se ha visto sacudido por sus efectos.
No te preocupes, que no se cae. Solo que necesitaba una remodelación. Pues ya tienes tiempo. No es momento para reformas, pero hace poco alguien me dijo «son malos tiempos, pero solo para los mediocres.» Ya lo ha dicho todo.
Entre tanto, busca alternativas y planes. Gestiona tus opciones, rodéate de personas luz y extrae la esencia de lo verdaderamente importante. Así, no habrá incertidumbre ni falta de aire, siempre y cuando recuerdes que lo importante está AQUÍ, en el AHORA.