No hay un plan. Toda mi vida planificando todo para no tener un plan alternativo ni una vía de escape con sentido.
El mejor plan es el que no está. No hay vacaciones planificadas, ni futuro próximo trazado. Por no haber no hay ni guía de emergencia ni instrucciones de gestión personal. Que al final, me he dado cuenta que lo que verdaderamente funciona es escucharte y respirar. Es sentarte y contemplar sin juzgar. Sencillamente estar, pero sobretodo ser.
Aprender a no planificar es arduo. Siempre vas a querer tenerlo todo bajo control. O eso te gustará creer. No hay nada más peligroso que la creencia fehaciente de un futuro estipulado, al uso, de esos que planificas con 25. Error.
Bendito error si de lo que se trata es de aprender y crecer a la décima potencia sin perder un ápice de tu esencia, esa por la que siempre, siempre serás recordada. La misma que hará que traces el presente más inmediato a base de experiencias de última hora y emociones inesperadas, entonces sabrás que sin duda, ese era el mejor plan que podías no planificar.